viernes, 19 de agosto de 2011

El miedo de tener fe


Anda el rebaño laico muy soliviantado por la explosión de fe católica por Madrid. No les culpamos, es lógico ponerse nervioso ante las demostración de religiosidad, sea naïf y ñoña como ha sido este caso, sea violenta y universalista, como cuando le pegaron fuego por tercera vez a la biblioteca de Alejandría. Lo malo de las religiones es que los pecados de los padres siempre recaen en los hijos, puesto que la fe no se mueve, la iglesia tampoco y los mismos postulados de fondo del año 1600, cuando quemaron a Giordano Bruno, son los que estaban detrás de todo lo que ha ocurrido en Madrid. Se puede disfrazar más o menos, pero lo cierto es que culturalmente el catolicismo apenas se ha movido desde los tiempos en los que decir que la Tierra no era el centro del universo era anatema. Socialmente sí se han movido, obviamente, y ha dejado en su mutación algunas cosas buenas, pero otras son terrible. Escuchamos una pregunta continua: "¿De qué tienen miedo los laicos, de la fe, de nosotros?". No, el miedo viene de una visión del mundo que no ofrece ninguna duda, ningún recoveco por el que se cuele la razón práctica que duda de los dogmas. Esa falta de libertad de movimiento dentro del código católico es lo que arrasa cualquier opción de ser aceptado. Han tenido tiempo para experimentar nuevas formas y eternizarse, pero en lugar de eso se han enrocado. Lo bueno: todo el arte que la Iglesia financió y pagó; lo malo, haber corrido durante cuatro siglos en contra de la dirección de la civilización, como si desde el Renacimiento y la Reforma se hubieran vuelto locos, como si quisieran seguir con el monopolio del mundo, como una pataleta infantil.


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