domingo, 10 de julio de 2011

Adiós, mundo cruel

La relación entre medios de comunicación y poder político es tan viejo como la imprenta, cuando para poder imprimir había que tener licencia de la Corona y de la Iglesia. Comunicar siempre ha sido un problema, porque las ideas vuelan, y la información socava como el mejor explosivo cualquier estructura de poder. Es la metáfora del emperador desnudo: de esa forma nadie le teme y de ahí a quitarle el trono hay un paso. Por eso es tan grave lo que ha ocurrido con 'News of the World', prensa amarilla que nadie echará de menos pero que ha dejado un reguero de inmoralidad absoluta por donde ha pasado. Es buena noticia que desaparezca un libelo miserable. Lo triste que más de 200 trabajadores se vayan a la calle por la falta de principios de los dueños y directivos.

Pero más peligroso es que un primer ministro como David Cameron contratara nada más llegar al poder a uno de los grandes responsables del caso de las escuchas y la manipulación de información. Por eso, en un estado civilizado, humanista y con los resortes propios de un buen principado al estilo renacentista, es imprescindible que la separación entre medios y poder político debe ser abismal, para que los primeros conserven su independencia y ayuden a la ciudadanía (y no al revés) y el segundo no corrompa a la sociedad civil, que es la fuente de todo lo bueno en una democracia.

En España los medios de comunicación son las putas preferidas del poder, de distinto origen y orientación ideológica, pero sus cortesanas preferidas. No se informa, se crea opinión, y hasta el último resquicio parece abierto. EEUU, tan criticable por tantas cosas, disfruta en cambio de la prensa más libre imaginable, capaz de derribar a muchos de esos emperadores de la gran república americana. Y detrás del escándalo ya hay periodistas sin honor, un primer ministro que intenta tapar sus vergüenzas y un perverso Rupert Murdoch dispuesto a lo que sea con tal de no perder ni un ápice de su poder mediático. Todo, cualquier cosa menos ayudar al pueblo. Habéis fallado, y de vuestros pecados no va a nacer nada bueno; quizás seáis apartados en el futuro.

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