Hacer tabula rasa es absurdo, siempre quedan rescoldos, pero la educación intensiva durante generaciones puede cambiar esos tópicos para que sean un apoyo y no una rémora. La historia de España se rompió para siempre en 1492, para todo lo malo imaginable, desde la destrucción del legado sefardí y granadino hasta el descubrimiento de América, en principio positivo para nosotros, pero que con el tiempo se convirtió en una losa demasiada pesada. Nosotros somos más tendentes ya, con algunos años encima en este equipo, sobre todo en los consejeros del que escribe, de festejar más el 4 de julio que el 14. A fin de cuentas el primero fue el inicio de un exitoso experimento devenido en modelo imperial (malo, malo), mientras que el segundo fue una carnicería encadenada a otras tantas más carnicerías.
Lo bueno del 14 de julio fueron los brotes de democracia, universalismo, ilustración y renacimiento democrático; lo malo, la violencia usada por unos y otros para imponerse en un mundo caótico donde todo era cambiante y nada se mantenía. En España queda un difuso 14 de abril, otro 21 de abril, y luego un montón de malos recuerdos. Ni primera ni segunda república, mejor pensar una tercera definitiva que se consiga por esa unión de revoluciones personales y que caiga como fruta madura, igual que la Revolución Americana, de la que todos deberíamos tomar muy buena nota en lugar de tanta barricada y tanta bravata ideológica que no va a ningún lado. Marat fue grande, pero más grande fueron Franklin y Jefferson. O cuando menos, más útiles.
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